mayo 29, 2008

Derecho de réplica

Sin retractarme en lo absoluto de las opiniones vertidas en la entrada anterior, creo que es importante darle voz a quienes me pidieron dejara de ser negativa y poner las cosas bonitas. Así que aquí va lo bueno de mi paso por la UPN (mismo que aún no termina y que estoy segura, se enriquecerá en los siguientes semestres). Cabe aclarar que debido a que las cosas buenas son muchísimas más que las malas, esta entrada será un poco injusta, ya que no podré abarcar a toda la gente que conocí y de la cual he aprendido tanto…

En primer semestre conocí al buen Arturo, que luego desertaría de la carrera y se iría a estudiar Odontología, pero que se convirtió en un excelente amigo que me hizo reír hasta dolerme la panza. Él y la flaka (conocida en el bajo mundo como “la estrella del grupo de jazz de la UPN”), se convirtieron de inmediato en mis mejores amigos.
También conocí a Mayra, Gina y Mirna, quienes junto con Gaby, una antigua conocida de mis ayeres como administrativa en un colegio, llegaron a conformar mi equipo de trabajo base, el equipo con el que he trabajado durante largas horas de ardua labor, discusiones interminables, solidaridad y fatiga compartida.

Mi primera clase en esta escuela fue con el maestro Fernando, Ciencia y Sociedad. Me quedé pasmada con su sapiencia y a pesar de que me daba miedo en un principio, terminó por ser uno de mis maestros más respetados y queridos. El maestro Samuel se convirtió en un cuate con el que comparto gustos y aficiones, ahora es mi tutor y una de las pocas personas con quien puedo hablar sinceramente de lo que me pasa. El maestro San Miguel es un hombre muy perspicaz, gracioso y buena onda, además de un verdadero apasionado de la cultura helénica.

Mención aparte merece la maestra Amada Elena, única en su tipo: serena, conciliadora, muy humana y muy inteligente. La amiga que todo el mundo desearía tener.

Entré a estudiar Inglés al CELEX de la UPN, y conocí a Belinda, una mujer modelo, gran persona y entregada al estudio de los idiomas. También allí conocí a Brenda, una mujer muy valiente por defender su sexualidad ante el asombro y el juicio de todos… y además de todo, apasionada por Harry Potter igual que yo. En CELEX tuve el gusto de conocer a Mandy Mason, una trotamundos muy culta y divertida, así como a algunos otros compañeros con quienes pude practicar el idioma y sentirme como en casa.

En el Taller de Teatro conocí al buen Benja, y a entrañables compañeras como Joss, Irma, Iris y Viridiana. También me hice amiga de Don San, un maravilloso ser humano. En el taller de Arte fui simple y sencillamente FELIZ. Tendría que dedicar una entrada aparte para recuperar esas experiencias y la gente querida que conocí y a quienes aún tengo en la más alta estima…

En segundo semestre tuve a la maestra Ana María, que aunque me hizo ver mi suerte en un momento dado, ha sido de las personas de quien más he aprendido en la carrera. Ahí también conocí a Dany, Carmen y Liliana, junto con quienes compartí momentos inolvidables y han sido de las mejores amigas que he podido hacer en la carrera. En tercero tuve a la maestra Virginia, quien dominaba impresionantemente la materia que impartía, y a quien admiré por su profesionalismo y sinceridad en la asesoría.

En cuarto semestre César indudablemente me salvó la vida… y el profesor Jorel me hizo reflexionar en que las Matemáticas podían tener su encanto. En quinto semestre todos mis maestros fueron buenos, la maestra Sara de Comunicación, la maestra Guadalupe de Currículum, la maestra Clara de Gestión, el maestro Carlos de Investigación y el maestro Mario de Orientación. De todos podría decir algo bueno, pero en general puedo decir que me inspiraron. En sexto semestre he conocido a la maestra Patricia de Didáctica, y he empezado a descubrir la pasión que siente por su trabajo y de la cual carecen la mayoría de los profesionales de la educación.

En fin que haciendo un resumen muy sintetizado de las cosas buenas que he vivido en la UPN, puedo sentirme orgullosa de que me han tocado los compañeros y maestros que merezco, ni más ni menos.

Puedo hablar con orgullo de tener dos sietes en mi boleta, mismos que como es sabido, no reflejan lo aprendido, pero sí lo duro que ha sido el paso por la vida mientras he estudiado en esta institución.

Afortunadamente he tenido compañeros que han sido “matados”, “ñoños”, “huevones”, desobligados, de todo… he podido estar cerca de gente que piensa de manera diametralmente opuesta a la mía, lo que me ha hecho aprender endemoniadamente de la vida. Por fortuna nunca me junté ni con los muy holgazanes y frívolos que me hubiesen inducido al vicio y los placeres (ja!) y hubiese desatendido mi estudio; ni me junté con los que se creen muy sabios, ya que habría estado en constante competencia por ser el pensador que México esperaba.

Estuve con gente normal, con gente que tiene un pensamiento común, muy similar al resto del mundo, gente que me da cuenta de lo que soy y en dónde estoy situada, gente que no me dejó viajar al Olimpo, que me bajó a tierra cuando fue necesario, y que me levantó del suelo cuando así lo requerí.

Conocí a gente con un nivel intelectual inferior al mío, pero también gente que me superaba llevándome años luz de distancia, dejándome siempre con la boca abierta y sin un parpadeo. Todo el tiempo estuve en el centro, quejándome de todo, criticando, no estando conforme, pero aprovechando esta situación de caos para aprender a mi propio ritmo, para darme mis pausas, para darme mis gustos y darme chance de disfrutar hasta el más mínimo detalle, de disfrutar inclusive el sufrimiento.

Sí, efectivamente nada fue cien por ciento malo.

El sexto semestre está por terminarse, y una nostalgia inaudita comienza a invadirme de pronto: lo no aprovechado ya no se aprovechó, las palabras lindas que no dije en su momento, ya no se dijeron… pero lo bueno que he vivido ya está escrito en esta historia. Todavía falta… pero hasta aquí habrá un cierre. Lo que ocurra el otro año… es algo de lo que aún no quiero preocuparme…

mayo 03, 2008

Mi historia en la UPN


Estudiar una carrera no es fácil… pero el panorama cambia cuando al entrar a estudiar Pedagogía llevas diez años trabajando en el ramo, no has dejado de estudiar y de leer, y tienes la misma cantidad de años de ser madre: todo parece que será más sencillo.

Los dos primeros semestres pareces conocerlo todo. Empieza a volar sobre ti la idea de que te metiste a estudiar algo complicado, pero te encanta aprender a cada momento, te apasiona la educación. Has dado clases antes en varios niveles, y has estado en tantas escuelas y has conocido a tantos maestros, que te las sabes de todas, todas. Te gusta participar y tienes “la verdad en la boca”. Entran personas nuevas en segundo semestre y el grupo parece rechazarlas, pero tú sin más ni más, las conviertes en tus amigas.

Llegas al tercer semestre y todo parece cambiar de pronto: aquél que era tu grupo amable y buena onda, se convierte de pronto en una división de incómodos grupitos, generando un ambiente tan desagradable, que ni tu amada maestra de Psicología Social con sus dinámicas y su buena voluntad logra unificar.

Empiezas a tener maestros deshonestos que abusan del poder que tienen, algunos otros son desobligados y no asisten a sus clases, y por si fuera poco, hay un proceso electoral de por medio en tu país. El futuro es incierto, parece avecinarse una revolución debido al fraude del que somos víctimas todos los mexicanos, pero tras la tensión, nadie sospecha que finalmente no va a pasar nada: el fraude se hará efectivo.

Tu mente se empieza a preparar psicológicamente para la guerra: ¡es en serio! Mitad norte azul, mitad sur amarilla, así están las estadísticas. Nunca antes habías notado con tanta fiereza la división de clases, y por si esto no fuera suficiente, es el tercer semestre, ¿recuerdas? Todas las materias son eminentemente sociales.

Sientes que encajas menos que nunca en un grupo donde antes te sentiste cobijada, no tienes motivación alguna por entrar a clases que te van a doler. ¡Tú y tu maldita sensibilidad! Entras en conflicto con los maestros, ya no te conformas con escuchar a alguien que tiene conocimientos, quieres oír a alguien que es honesto consigo mismo, de no ser así, no te satisfacen ya las cátedras.

El grupo empieza a mirarte feo. Sienten que les has fallado… para algunos eras una persona inteligente, certera, franca. Ahora ya no eres nada. Tu silencio es una protesta ante tanta necedad, pero ellos lo ven como desinterés. ¡Vaya que si me interesa, por eso me duele! pero quien no sabe ver más allá, o no tiene por qué perder el tiempo en psicoanalizarte, simplemente te juzga.

Ya no te sientes cómoda, y eso sin contar que estás por cumplir treinta años y dejarás de pertenecer a la población de los veintitantos. Eso pesa… no te imaginabas que así iba a ser, pero es inminente: estás en crisis. Eres una mujer joven, como cualquier otra, pero te sientes como de la tercera edad.

Nunca faltan amigos que te animan, pero a pesar de todo, piensas que nada tiene sentido…entonces unos ojos oscuros te miran, y te dan la alerta roja de que estás por perderte los últimos minutos de la infancia de tu hija. Ella está cursando el último año de primaria y luego ya nada será igual.

Entonces sacas fuerzas de no sabes dónde…(hace mucho que no le hablas por teléfono a Dios) y tomas una decisión: deberás cambiarte de grupo en cuarto semestre para probar nuevos aires, conocer nuevas personas, volverte a ganar un lugar en un grupo nuevo.

Pero sucede un desastre: tienes crisis también en tu pareja, él parece no querer dejarte ir… y te enamoras de alguien más sin que llegue a pasar nada con él. ¡Maldita la cosa! Una maestra te hostiliza, el grupo es el más apático que pudiste imaginarte, la mayoría de los maestros son pésimos de verdad, la única amiga que tienes en el grupo falta mucho a clases, y estás por lo general, sola.

No es esa soledad que siempre procuras, y la que te hace estar contigo misma y poder concentrarte, no. Es una soledad pesada, de esa soledad que hiere, es el sentirte sola de verdad, abandonada por la gente que no tiene el más mínimo interés en preguntar si te pasa algo, esa gente que tendrá sus propias broncas y no le interesará más que salvarse a sí misma… esa gente de la cual no pides nada, pero desearías que supiera que aún existes.

Mueres por un abrazo, el cual no te falta en los pequeños brazos de tu hija de once años, y cuando llegas a casa todo parece mejor… pero hay presión de tareas, hay hojas en blanco en la computadora que te gritan que les escupas algo… y tus dedos no pueden escribir ya nada… te sientes vacía, sólo quieres que el semestre se termine.

Por fin llegas al número cinco. Las aguas están mansas y regresas con tu grupo. Ahí parece no haber pasado el tiempo, la mayoría te conoce y te saluda como si nada… otros cuantos te miran raro, como al soldado que regresa derrotado: las heridas se te ven por todas partes. ¡Pero no importa! Tienes buenos maestros y eso es muy motivante… ojalá que siempre pudiera ser así.

Tu hija entra en la secundaria… la miras crecer y convertirse poco a poco en mujer. Lo mejor de tu etapa como madre está sucediendo ahora, superaste la crisis de pareja y estás por fin libre, libre para enamorarte de nuevo si fuera posible, si al menos alguien notara que andas por ahí...

Estás de nuevo con tu grupo de siempre y la mayoría de tus maestros no te decepcionan. Un semestre pesado, pero que ayuda a recuperar tu nivel. Ya no te importa sacar dieces, los dieces no reflejan lo que aprendes. Te das cuenta que los dieces no siempre se ganan con conocimientos, sino más bien con productos, muchos de ellos hechos bajo presión con la mano en la cintura, productos que no sirven para otra cosa que no sea para poner un puntito en la lista, productos vacíos que nadie leerá; así que sigues buscando lecturas y actividades que te interesan más que lo que dicen los maestros, y esto empieza a convertirse en prioridad para ti.

Ahora estás en sexto semestre… se podría decir que has terminado. Estás por elegir campo de concentración (sic) y te sientes indecisa. Sabías que este momento llegaría y ya estás en medio de él. No dejas de leer libros sobre adolescentes, y sonríes al mirar que vas por el camino correcto como mamá. Tu convivencia con tu hija es más que hermosa, y eso se refleja en la confianza que tiene para hablar contigo de cualquier tema, vuelves a creer que un Ser Supremo existe, y que vive en el amor que sientes por tu familia y tus amigos. Te apasiona más que nunca la relación entre el Arte y esa juventud que sientes dentro, y que se antoja eterna. Sabes que tu camino te llevará a especializarte en eso, y nunca faltan personas que te orienten de verdad.

A tu alrededor todo el mundo se estresa de más. Al parecer tú ya has encontrado lo que te funciona, pero ellos tienen su propio proceso.
"¡Hakuna Matata! "
Pareces gritarles, y eso no hace más que restarte seriedad. ¡Sea por Dios! Como si el ser intelectual y responsable estuviera peleado con divertirse y disfrutar… (por eso hay tanta gente loca para quien el entretenimiento es pérdida de tiempo).

Siguen molestándote algunas cosas, tal vez una de ellas sea precisamente esa: que tus compañeros más cercanos han estado tan ocupados en centrarse en sus estudios y en sacarse dieces, que tal vez no han sido conscientes de su propio proceso como seres humanos. Algunos son ya unas máquinas que repiten las palabras que están en los textos. Nadie se atreve a decir su propia opinión, tienen miedo a cuestionar a los autores y a los profesores. Han hallado la fórmula de cómo darles gusto a los maestros, mientras tú sigues resistiéndote a ello, pues tienes tus convicciones personales que al parecer ninguno comparte.

Sabes que es el último respiro. De ahora en adelante podrás trabajar sola. Has logrado aprender cómo trabajar en equipo, pero no te has topado con nadie que comparta tus ideas, así que has tenido que ceder muchas veces a su forma de trabajo aunque te ha sido difícil. En el campo trabajarás sobre tu tesis, pero prepárate para los obstáculos, que nunca faltarán.
Nadie sabe que tu rebeldía no es una necedad de juventud: tienes edad, experiencia e inteligencia suficientes para defender razonablemente tus intereses… pero nadie te ha dado tiempo… nadie te ha dado oportunidad de justificarte ante los otros. Cuando te has expresado, nadie parece oírte o tomarte en serio.

Este es el momento tal vez. No sé qué alcance tenga, pero yo, ya me he desahogado.